LA DESBANDÁ 2017

FUE HACE 80 AÑOS

80 años después, el ocultamiento y la impunidad cubren este suceso. El Crimen de la carretera Málaga-Almería es una enorme herida que sigue desgarrando Andalucía. Miles de muertos, de los que ni siquiera conocemos su número exacto siguen en paradero desconocido, mientras que sus verdugos, identificados, son objeto de veneración y de exaltación.

Con los actos organizados para conmemorar los 80 años de La Desbandá, las asociaciones memorialistas, organizaciones políticas y sindicales, asociaciones en defensa de los derechos humanos y otras representativas de la sociedad civil, queremos exigir que el esclarecimiento de estos hechos y la reparación sean asumidos por el gobierno de Andalucía dotando a los investigadores de los recursos necesarios para su total esclarecimiento, contribuyendo de este modo, al conocimiento de la Verdad, que permita hacer Justicia y reparar la dignidad de las víctimas y de sus familiares.

 

El domingo 7 de Febrero de 1937 el ejército rebelde a la República con el apoyo militar del fascismo italiano entró en la capital malagueña, provocando el pánico entre la población civil y la masiva huida de unas trescientas mil personas hacia la retaguardia republicana. Comienza así la mayor catástrofe humanitaria de la guerra de España, preludio de las brutales evacuaciones de población civil que los ejércitos nazis llevaron a cabo  en los países ocupados durante la Segunda Guerra Mundial.

Frente a los mitos creados por la propaganda franquista, no se trató de una acción colectiva irracional o inducida por las autoridades republicanas. Por el contrario, la huida fue la lógica respuesta de una población que conocía sobradamente el régimen de terror y de represión indiscriminada que las tropas rebeldes imponían en los pueblos que iban ocupando en su avance hacia Málaga. El forzado éxodo hacia la zona republicana revela un acertado conocimiento de la esencia militarista y violenta de la marea fascista que llegaba. Dicho de otro modo,  huyeron porque sabían lo que les esperaba y, por tanto, fue un acto de resistencia colectiva, de rebelión ante el destino indigno que les ofrecía el bando sublevado.

A lo largo de cinco días, largas e inermes columnas de grupos familiares, hombres, mujeres, ancianos y niños fueron bombardeados y ametrallados por mar y aire, ocasionando miles de víctimas civiles hasta su llegada a la ciudad de Almería. Allí, en la supuesta seguridad alcanzada, se perpetra el último crimen de guerra que narra como singular testigo el doctor Norman Bethune, a quien debemos gratitud y reconocimiento eterno: 

“Como si no fuese bastante haber bombardeado y cañoneado a esa procesión de campesinos inermes a lo largo de su caminata interminable, el día 12 de Febrero, cuando el pequeño puerto de Almería estaba atestado de gente refugiada, cuando la población se había duplicado, cuando aquellas cincuenta mil personas exangües habían llegado al sitio que creían un abrigo seguro, los areoplanos fascistas, alemanes e italianos, desataron sobre la población nutrido bombardeo…Deliberadamente arrojaron diez bombas en el centro mismo de la ciudad, donde, amontonados en el pavimento, dormían exhaustos los refugiados”.