A nuestra vuelta, en Salobreña nos recibieron «con palmas y olivos»

Rosario Bustos Prados huyó desde Salobreña hacia Motril el 9 de febrero de 1937 cuando entraron las tropas franquistas porque su padre había sido socialista; «eran rojos». Los que se quedaban, los que no pudieron salir del pueblo ya sabían lo que les esperaba: la represión o la muerte.

Rosario, nacida en Molvízar (Granada) en diciembre de 1919, tenía 17 años cuando con su madre, sus hermanos y sus cuñadas salieron con lo puesto huyendo por la carretera hacia Motril para ponerse a salvo.

Finalmente tuvieron que recorrer los más de cien kilómetros de la carretera hasta Almería bajo los cañonazos de los buques de la Armada sublevada y las bombas de la aviación italiana que daban apoyo a los golpistas en la extensión del terror. Llegaron a Almería tres o cuatro días después, junto a otras miles de personas que buscaban refugio

A partir de ese momento la existencia de Rosario y la de su familia va a quedar marcada para el resto de sus vidas: persecución, represión, campos de concentración, cárcel, exilio, muerte…

A sus 99, años la lucidez del testimonio de Rosario es un ejemplo de memoria viva, de cultura oral que permite contribuir a conformar el relato de las miles de personas huidas desde Málaga hasta Almería en 1937 en La Desbanda.

¿Dónde quedaron los restos de los miles de muertos a lo largo de la carretera? ¿Qué fue de quienes sobrevivieron? ¿Cómo lograron vivir después de aquello? 

Tantos años después aún son muchas las cuestiones que están pendientes de desvelar, de conocer.  Demasiadas las preguntas que quedan por responder acerca de aquel episodio del horror y, sobre todo, las consecuencias en las vidas de las miles de personas que emprendieron la huida, muchas de ellas menores de edad que sobrevivieron y que, en algunos casos, quisieron volver a sus pueblos y ya no encontraron nada de lo suyo, sólo rechazo y represalias; una represión específica en el caso de las mujeres, como fue el caso de Rosario, recibida en la plaza del pueblo, en la Pontanilla de Salobreña, «con palmas y olivos», encarcelada y condenada a muerte.

Rosario Bustos fue una de esas víctimas que sobrevivió y que a sus 99 años sigue contando lo que pasó, un testimonio que ha compartido con la Asociación para contribuir al proyecto que estamos llevando a cabo ¿Qué ocurrió tras La Desbandá?

La conversación que mantuvimos con Rosario ha sido posible gracias a María Dolores Flores, su sobrina, que nos habló de ella una tarde de domingo en Salobreña.

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